SÍNDROME DE FATIGA CRÓNICA

El síndrome de fatiga crónica refleja una situación de fatigabilidad persistente e inexplicada a pequeños esfuerzos tanto físicos como mentales que resulta claramente invalidante para el paciente.

Suele acompañarse de un contexto sintomático de tipo inflamatorio. Su etiología y patogenia son desconocidas, aunque se postula una hipótesis postviral con disfunción inmunológica asociada.

Tiene un curso crónico, persistente y con oscilaciones, que ocasionan al paciente una considerable invalidez funcional. No se dispone de ningún tratamiento curativo, aunque la terapia cognitiva conductual, el ejercicio físico progresivo y el tratamiento farmacológico de soporte ayudan a la mejoría sintomática.

DEFINICIÓN FATIGA

Fatiga es la sensación de agotamiento o dificultad para realizar actividades físicas o intelectuales cotidianas. La fatiga es un síntoma y, por tanto, una sensación subjetiva que aprecia el individuo que puede ser expresada o referida de muy diversas maneras.

Al igual que sucede en la mayoría de los síntomas, la objetivación de la existencia de fatiga y su valoración cuantitativa es difícil, ya que se basa en un interrogatorio dirigido a sus principales características descriptivas y las situaciones que potencialmente la modifican.

Existen muchos términos similares al de fatiga. Con frecuencia, el paciente la refiere como cansancio, falta de energía, debilidad, adinamia o intolerancia al ejercicio. Habitualmente la fatiga aparece al realizar una actividad física o mental, no antes, y no es superable con una mayor voluntad o intencionalidad por parte del paciente.

Debe diferenciarse claramente la fatiga de la disnea, ya que en la disnea existe una clara sensación de dificultad respiratoria que no suele estar presente en la fatiga.

 La astenia es una sensación de incapacidad o dificultad para realizar las tareas cotidianas, pero que aparece antes de realizar un esfuerzo y que, al contrario de la fatiga, sería superable.

La debilidad es la pérdida de fuerza total o parcial para realizar una actividad, lo que suele estar relacionado con la función muscular. En ocasiones, el término fatiga también puede confundirse o expresarse como desánimo o decaimiento y debe, por tanto, diferenciarse de la sintomatología depresiva u otros trastornos del estado de ánimo.

Diferentes estados de fatiga

Según su origen:

  1. La fatiga normal o fisiológica, que es la que acontece después de un ejercicio físico o mental intenso y que siempre se recupera con el reposo o el cese de la actividad. En general, existe una buena correlación entre el grado de esfuerzo previo y el desencadenamiento y la intensidad de la fatiga, y la recuperación con reposo suele ser rápida. Algunas personas pueden presentar transitoriamente un grado mayor de fatiga a moderados esfuerzos o precisar un mayor tiempo de recuperación postejercicio que otras, sin que esto suponga ninguna situación patológica, sino simplemente un mayor grado de fatigabilidad.
  • Fatiga reactiva la que se desencadena ante una determinada situación (p. ej., estrés o deprivación de sueño) y que mejora al evitar la causa desencadenante.
  • Fatiga patológica la que acontece sin una clara relación con un esfuerzo previo o la que persiste a pesar de cesar la actividad que la ha originado y no mejora con el reposo. Esta fatiga patológica no es superable con esfuerzo o voluntad del paciente, es decir que, aunque el paciente quiera se ve impotente para mantener una actividad física o mental continuada. Además, suele tener una clara repercusión sobre las actividades de la vida diaria.

Según la duración:

  1. Aguda o transitoria, que es la que tiene un período definido de duración y que desaparece espontáneamente o con reposo.
  2. Fatiga persistente sería la que se mantiene a lo largo del tiempo. En este punto es importante valorar correctamente la duración de la fatiga. Se considera que de un 5 a un 20% de la población general puede presentar fatiga durante más de un mes en algún momento de su vida, hecho que suele estar relacionado con enfermedades o situaciones intercurrentes y no constituye por sí una enfermedad definida.
  3.  Fatiga crónica la que se presenta de forma continuada o intermitente durante más de 6 meses, lo que acontecen entre un 1 y un 10% de la población general.
  4. Síndrome de fatiga crónica (SFC), en la que a la situación de fatiga persistente durante más de 6 meses se añade una sintomatología relacionada y debe reunir además unos criterios definidos.

¿CUÁNDO CONSIDERAMOS EXPERIMENTAR SÍNDROME DE FATIGA CRÓNICA?

Los criterios incluyen:

  • debe ser persistente o intermitente durante más de 6 meses.
  • inexplicada e invalidante.
  • que no sea producto de un esfuerzo excesivo.
  • que no mejore con el descanso.

Además, el paciente debe presentar de forma crónica y concurrente a la fatiga cuatro o más síntomas de los relacionados como criterios asociados en la definición establecida para esta enfermedad:

  1. Trastornos de concentración o memoria reciente.
  2. Odinofagia (dolor al tragar alimentos sólidos o líquidos).
  3. Adenopatías cervicales o axilares dolorosas (Aumento del tamaño o alteración de la consistencia de un ganglio linfático).
  4. Mialgias (dolores musculares)
  5. Poliartralgias sin signos inflamatorios.
  6. Cefalea de inicio reciente o de características diferentes a la habitual.
  7. Sueño no reparador
  8. Malestar post esfuerzo de duración superior a 24 h.

Es frecuente que el paciente afectado de SFC, además de los síntomas referidos como parte del contexto de la enfermedad, a lo largo de su curso evolutivo presente de forma intermitente y variable otros síntomas adicionales, lo que se conoce como “superposición de síntomas”. Así es conocida la superposición con fibromialgia, síndrome de ojo seco, colon irritable y en mujeres, dismenorrea, endometriosis. También las manifestaciones inmuno alérgicas y las infecciones bacterianas o fúngicas son más frecuentes.

Los pacientes con SFC presentan una mayor frecuencia de trastornos psicológicos asociados, sobre todo la distimia, trastornos adaptativos y del estado de ánimo, sin que ello quiera decir que sean éstos los causantes de la fatiga. Consideramos que estos trastornos psicológicos deben interpretarse como asociados y no causales de la enfermedad.

Etiopatogenia (CAUSA):

La causa del SFC no es bien conocida y se aparta probablemente de los modelos fisiopatológicos convencionales. En la controversia sobre su origen orgánico o psicológico, existen cada vez más datos para apoyar las hipótesis orgánicas. Es posible que se trate de una enfermedad postvírica, en la que algunos pacientes predispuestos mantendrían una situación de infección viral latente (virus de Epstein-Barr, citomegalovirus, herpes virus) con producción persistente de sustancias inflamatorias que conllevarían el desarrollo y mantenimiento oscilante de los síntomas.

Después de esta fase aguda, el paciente no se recupera y persiste con fatiga y síntomas de tipo inflamatorio (febrícula, mialgias, odinofagia) y disminuye su actividad.

En aproximadamente un 30% de los pacientes con SFC existe un déficit de producción de mineralocorticoides que puede incrementar la sensación de fatiga y ocasionar hipotensión ortostática, inestabilidad motriz y lipotimias.

 Es frecuente encontrar una disminución transitoria de hormonas tiroideas circulantes, sin una clara situación de hipotiroidismo primario. También se ha descrito una alteración de las catecolaminas y del metabolismo de la serotonina, cuyo significado está por dilucidar.

Aunque actualmente el SFC no se considera una enfermedad primariamente psicológica, estos pacientes presentan numerosas alteraciones de tipo adaptativo, conductual y de estado de ánimo, que se interpretan como secundarias. Sin embargo, dada su relevancia, en el curso clínico deben valorarse y tratarse específicamente en cada paciente.

Tratamiento del síndrome de fatiga crónica

En el momento actual no existe ningún tratamiento con eficacia curativa contrastada en el SFC. Sin embargo, se pueden ofrecer opciones terapéuticas sintomáticas o de soporte. La efectividad global de las diversas modalidades terapéuticas no es demasiado alta, y no se ha demostrado que modifiquen el curso natural de la enfermedad, pero sí que mejoran la calidad de vida del paciente y, por ello, son recomendables.

Los objetivos básicos del tratamiento van dirigidos a reducir los grados de fatiga, la intensidad del dolor y a mejorar la actividad y la adaptación de estos pacientes a su vida cotidiana.

Terapia cognitiva conductual

Consiste en un tratamiento de soporte psicológico orientado a la situación de cada paciente. Permite mejorar claramente el grado de adaptación y la calidad de vida de los pacientes con SFC, sobre todo en las fases iniciales de la enfermedad en que la adaptación por parte del paciente es esencial. Es recomendable que esta terapia cognitiva se realice por personal cualificado y con experiencia en el manejo de pacientes con SFC, ya sean psiquiatras, psicólogos clínicos o terapeutas entrenados. El tratamiento recomendado suele durar de 4 a 6 meses, en régimen ambulatorio.

Ejercicio físico progresivo controlado

Se trata de establecer un programa de fisioterapia activa adecuada y tolerable en la situación en que se encuentra el paciente supervisado por fisioterapeutas con experiencia en SFC. Por ello, debe individualizarse a las características personales y a las diversas fases evolutivas de la enfermedad. La actividad física ha de hacerse de manera regular y variada, empleando períodos de entre 30 y 45 min. No tiene que ser extenuante, ya que podría empeorar la sintomatología. Por contra, se ha visto que el reposo prolongado empeora tanto la fatiga como la sintomatología asociada al SFC.

Tratamiento farmacológico

Sólo mejora sintomáticamente y de forma relativa algunos aspectos de esta enfermedad, pero no la fatiga. En general existe una mala tolerancia al tratamiento farmacológico en el SFC.

Los fármacos antidepresivos no deben administrarse sistemáticamente, sólo estarían indicados cuando coexista un cuadro depresivo reactivo asociado al SFC, en el insomnio y en la mejoría sintomática de las mialgias.

Los ansiolíticos tampoco deben administrarse de manera sistemática, sino sólo como tratamiento sintomático de la ansiedad y el insomnio. Hay que ser cauteloso con el uso de dosis altas de ansiolíticos en estos pacientes, ya que puede empeorar la debilidad muscular asociada al SFC.

Los antiinflamatorios no esteroides (AINE) pueden mejorar sintomáticamente las mialgias, la odinofagia y la cefalea, pero no tienen acción sobre la fatiga, y además habrá que vigilar la función renal.

Los relajantes musculares no han demostrado su utilidad en el SFC, y pueden incluso empeorar la sintomatología muscular y la sensación de fatiga por la hipotonía muscular que provocan.

Los antibióticos y antivirales tampoco han demostrado ningún efecto beneficioso en ninguno de los síntomas agudos ni crónicos asociados al SFC. Sólo hay que utilizarlos cuando haya evidencia de una enfermedad infecciosa intercurrente.

Los diversos preparados iónicos, vitamínicos y energéticos (Mg++, NADH+, tocoferol, ácidos grasos poliinsaturados) solos o en combinación no han demostrado una eficacia terapéutica, por lo que no son recomendables.

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By FRL